De los orígenes a la fundación (1828)
La prehistoria
Hace unos 7.000 años el paisaje del litoral marino bonaerense era distinto al actual. Las costas estaban retiradas mar adentro de la actual línea de mareas. El hallazgo de sitios de gran valor arqueológico en las playas cercanas a la localidad de Monte Hermoso revelan que los primitivos grupos humanos aprovechaban los recursos del territorio costero. Recogían, alimentos y conchas de caracoles para hacer adornos y rocas para confeccionar instrumentos. Incluso capturaban presas mayores como lobos marinos. La actividad costera, desde ese entonces, ya estaba integrada a los circuitos de intercambio de la llanura pampeana y aún a zonas más distantes.
Desde hace alrededor de 1000 años atrás, la geografía de las costas de la Provincia de Buenos Aires es la que actualmente conocemos.
La 1º vuelta al mundo y una parada en la bahía… de los bajos anegados.
A partir de la llegada de Colón a América en 1492, como por arte de magia se produjo una explosión de expediciones que desde Europa, especialmente España y Portugal, se lanzaron a explorar las nuevas rutas comerciales que se abrían en el Nuevo Mundo y auguraban las posibilidades de grandes réditos económicos.
La configuración costera de nuestra región, con su prolongada ría internándose entre islas hasta el fondo de la bahía, y sus aguas de especial tranquilidad, no podían escapar a la “curiosidad” de los exploradores que buscaban apasionadamente un paso navegable hacia el Océano Pacífico.
El primero en llegar, y por lo tanto, el descubridor de la bahía, fue el portugués al servicio de España, Fernando de Magallanes, que zarpó con su flota de cinco naves, el 20 de septiembre de 1519 desde San Lucar de Barrameda. El viaje se convertiría en una de las hazañas náuticas más extraordinarias de la historia ya que fue la primera expedición que logró dar la vuelta al mundo.
En su periplo, Magallanes exploró la ría el 13 de febrero de 1520, buscando el paso que lo conectara con el Pacífico. Ahí, se cree que en los “bajos” de la isla Zuraita, la embarcación tocó varias veces el fondo. Don Fernando permaneció hasta el día 14 de ese mes y registró en su diario de bitácora la latitud 39º 11’ S. indudable testimonio de su paso por la bahía que todavía no se llamaba Blanca sino “De los Bajos Anegados o De los Bajos de las Corrientes”.
Es notable: la bahía fue descubierta al mundo europeo en la primera circunvalación documentada del planeta. La primera representación de la bahía en la rudimentaria cartografía de aquel tiempo, pertenece a Antonio Pigaffeta, que realizó e incluyó en sus escritos a la llegada de la expedición Magallanes/Elcano a España en 1522.
Otros exploradores en la Bahía de los Bajos.
Durante los primeros días de 1526 el navegante Frey Jofre García de Loaisa hizo un relevamiento de la bahía a la que también denominó de los Bajos Anegados. También se supone que el famoso pirata inglés “Sir” Francis Drake navegó por la ría en marzo de 1578. El 20 de enero de 1583 Pedro Sarmiento de Gamboa fue otro de los que la registró en su diario de navegación, siempre con el nombre de Bahía de los Bajos.
Una vez concluidas esas primeras expediciones marítimas, las costas bahienses fueron poco transitadas. De esa manera la Bahía de los Bajos Anegados, hoy Bahía Blanca, solo fue un lugar de paso. Sus aguas características de especial tranquilidad, la convirtieron en una recalada segura para las embarcaciones de naves balleneras, loberas o piratas.
Período virreinal
El nuevo Virreinato del Río de la Plata, fue creado provisionalmente en 1776, y un año después en forma definitiva. El rey de España Carlos III le tenía reservado entre sus objetivos estratégicos, ocupar y poblar la Patagonia como medida de seguridad y soberanía ante las apetencias de los ingleses.
El plan para el litoral marítimo era fundar establecimientos en las bahías Sin Fondo (Golfo de San Matías) y de San Julián, o en algún otro paraje de la extensa costa patagónica. El desconocimiento del territorio era proporcional a su tamaño. No existían cartas marinas, ni exploraciones o relevamientos del litoral que indicaran los sitios adecuados para la creación de puertos, por lo que la tarea imponía audacia, improvisación y azar.
Para concretar esta misión, que no era nada fácil y que en lo sustancial no tenía un fuerte apoyo económico, partió una expedición desde Montevideo en 1776. Después de algunos fracasos y desencuentros entre los conductores, Francisco de Viedma, un andaluz experto en explotaciones agrícolas, quedó a cargo del proyecto que parecía ir al fracaso por lo inhóspito de los lugares prefijados. Pero en 1779, con la fortuna a su favor los exploradores descubrieron el Río Negro y Viedma fundó Nuestra Señora del Carmen en la margen sur de ese río (Actual ciudad de Viedma). Por mucho tiempo Patagones fue el único puerto patagónico. El asentamiento maragato facilitó la exploración del litoral marítimo y fluvial regional, a cargo del primer piloto de la Armada Real Basilio Villarino.
No obstante recién en 1794, gracias a los relevamientos costeros del capitán de navío Alejandro Malaspina, aparecieron los primeros mapas, en donde se muestra la bahía Blanca y sus islas adyacentes. Todavía, en ese tiempo, a la bahía se la conocía con el nombre "De los Bajos Anegados". En 1804 en un reconocimiento en el que exploraba sus posibilidades como puerto natural, el piloto de la Real Armada Española José de la Peña y Zazueta la denominó "Bahía de los Buenos Cables".
En tanto los pueblos “pámpidos” que tenían acceso a la casi totalidad de la costa continental atlántica, desde el Río de la Plata, al sur; tenían sus razones para detestar a los barcos. Los españoles, en sus incursiones tierra adentro, e incluso con los ataques a las misiones jesuíticas bonaerenses, habían capturado a algunos caciques que deportaron por barco a las Malvinas y Montevideo: “del otro lado del mar” a decir de los aborígenes. A muchos otros se los había embarcado en los navíos europeos que llegaban a las costas; los llevaban en carácter de “souvenir” y no retornaron nunca más. La tradición oral creó en los nativos una irremediable desconfianza y desprecio hacia las siempre inquietantes embarcaciones.
La Revolución de Mayo
El movimiento revolucionario de 1810, no trajo ningún cambio significativo a lo poco que se había avanzado durante la época colonial. Los esfuerzos de guerra ocupaban cuotas demasiado caras en los presupuestos del Estado. Recién cuando los teatros de operaciones se corrieron a Chile y Perú, la revolución se empezó a consolidar. Fue ahí que las nuevas políticas se orientaron a explotar las potencialidades que ofrecían los territorios de la provincia.
En 1821, luego de un tembladeral institucional, asumió el brigadier Martín Rodríguez la gobernación de Buenos Aires, siendo Rivadavia su principal ministro. En 1822 se iniciaron paralelamente, los trabajos previos necesarios para colonizar tanto por tierra como por mar la región sur del territorio provincial. Sin dudas Rivadavia fue el propulsor de los reconocimientos por vía marítima de la bahía Blanca. Entendía que establecer una población que pudiera ser abastecida por mar, como lo era Carmen de Patagones, ofrecía muchas ventajas a su plan de ocupación del sur bonaerense y su ulterior desarrollo productivo.
El capitán norteamericano Benjamín Morrell, a bordo de la goleta Warp, reconoció el litoral y dio noticias favorables para la posibilidad de crear un puerto en la bahía que él mismo rebautizó en inglés White Bay, o sea Bahía Blanca, debido muy probablemente, al aspecto blancuzco que presentan las costas durante la marea baja, producto de los sedimentos de salitre.
Las exploraciones terrestres y marítimas dieron lugar a la primera campaña militar contra los aborígenes que con poco éxito comandó Martín Rodríguez, que sin embargo, alentó la perspectiva de fundar una ciudad-puerto sobre la bahía.
La primera iniciativa para fundar Bahía Blanca
En noviembre de 1823, siempre bajo la gobernación de Rodríguez, se envió una nueva expedición marítima a la costa del sur bonaerense con el fin de hacer un reconocimiento preciso de la bahía Blanca, para evaluar el establecimiento de un puerto y poblado. La conformaban solo dos naves que estaban al mando del capitán Valentín García y como piloto Joaquín Fernández Pareja, descubridor del arroyo que hoy lleva su nombre. Regresaron a Buenos Aires con el relevamiento, con el que el ingeniero Martiniano Chilabert y el agrimensor Fortunato Lemoine del Departamento Técnico del Estado, presentaron un informe, también como los anteriores, muy favorable a la viabilidad de fundar un poblado y puerto en la bahía Blanca. El informe anunciaba “…la bahía Blanca sea tal vez el punto más interesante de la Provincia, que su extensión y seguro canal para las embarcaciones…”.
Este documento alentó al Gobernador y su Ministro para iniciar una campaña más ambiciosa para concretar el plan de extensión territorial.
Tercera campaña de Martín Rodríguez
Martín Rodríguez, previó una tercera expedición al territorio aborigen con apoyo naval incluido. Una gruesa columna militar marcharía por tierra con el fin de explorar los campos entre Tandil y Sierra de la Ventana y paralelamente una expedición marítima contribuiría con la logística necesaria, determinaría el lugar para fundar el puerto y el establecimiento, e iniciaría las obras.
Por falta de recursos del Estado, para la faz naval del emprendimiento, se llamó a empresarios privados. En el concurso licitatorio triunfó el proyecto del armador español Vicente Casares, que se ocupó de fletar una pequeña flota por su cuenta para fundar un establecimiento que se llamaría General Belgrano.
Para la expedición terrestre se formó un ejército de un tamaño más que importante. Alrededor de 2.500 soldados y un gran convoy de logística y artillería. La columna inició su marcha en la localidad de Monte, el 5 de enero de 1824, dirigiéndose al sur para luego concluir en Bahía Blanca. A fines de mayo cuando la expedición se acercaba a la Sierra de la Ventana, la presión y la guerra de recursos que oponían los pampas se acrecentó, lo que virtualmente anunciaba un estrepitoso fracaso de la operación terrestre que no podía batir a las tribus hostiles.
Mientras tanto la operación naval partió en febrero de 1824. Estaba integrada por tres naves: una goleta que piloteaba su patrón, Roberto Pulsifer. A bordo iban los agrimensores Chilavert y Lemoine; la goleta del capitán Diego Johnson que transportaba al empresario Casares y una sumaca con materiales y pertrechos. Al conjunto lo escoltaba para seguridad una fracción de infantería.
Casares arribó a una entrada estrecha de mar, conocida como arroyo Pareja, convencido que estaba en el punto predeterminado de la bahía. El 1 de abril y luego de un reconocimiento del lugar tomó la decisión de establecer ahí mismo el fortín.
Entre tanto, la columna terrestre con grandes dificultades, llegó a adelantar una fracción que pudo hacer contacto con la flotilla de arroyo Pareja. La apreciación negativa que el oficial llevó a Martín Rodríguez sobre el lugar elegido y, luego la opinión del mismo general Rondeau que fue a verificar y también desaprobó el sitio del emplazamiento, dieron por tierra con el primer intento de fundar el establecimiento y puerto en la bahía Blanca. Aún con las airadas quejas de Casares y de su gente que incluso amagaron con tomar las armas, la flotilla regresó a Buenos Aires sin concretar la fundación.
Durante la retirada de la columna terrestre el descalabro fue grande, la llanura cobró un tributo implacable. Por las bajas temperaturas de junio y julio, muchos soldados murieron de frió, en un calvario que se extendió un mes y medio.
Nuevas exploraciones en la bahía
En mayo de 1824 ocupó el cargo de gobernador de la Provincia de Buenos Aires el héroe de Cancha Rayada, el general Juan Gregorio de Las Heras. En principio, el General pretendió seguir con la política de confrontación con los aborígenes que ejecutó su antecesor. Pero ahora sobre el plano internacional, se presentaba el peligro de una inminente guerra con el imperio del Brasil. Ante esta amenaza, el Gobernador, entendió que debía atemperar el accionar y cerrar todos los frentes para centrar su esfuerzo militar en la posible contienda que tendría una gran escala.
Era probable que, en caso de guerra, los brasileros pudieran desembarcar en el sur bonaerense y negociar con los aborígenes una alianza para operar contra el muy aislado fuerte de Patagones, y desde el sur, al resto del territorio argentino. Por eso el Gobernador pronto trató de retornar al diálogo con los pampas con el fin de desactivar la amenaza en el sur.
No obstante el fracaso de la operación naval de Casares, el Gobierno Provincial insistió y en septiembre de ese año, 1824, envió al bergantín Belgrano capitaneado por José Segui llevando como piloto a Joaquín Pareja, quien ya había recorrido la bahía. Los reconocimientos se prolongaron hasta fines de octubre, cuando por el mal tiempo, retornó a Buenos Aires.
La nave regresó a la bahía tres meses más tarde a concluir su exploración, ahora con otro piloto: Diego Johnson. En enero de 1825 ancló a una milla de distancia del arroyo Pareja, fondeadero que desde entonces se le conocería con el nombre de Sonda o Pozos del Belgrano, actual apostadero de la Base Naval. Las expediciones de 1824 y 1825, fueron los primeros reconocimientos hidrográficos pormenorizados de la ría.
A pesar de la visión estratégica que alentaba la creación de un puerto en la bahía Blanca todavía debieron pasar tres años más para que se concretara el anhelado proyecto.