Desde la fundación a la llegada del ferrocarril (1884)
¡Primero el Puerto!
En octubre de 1827, el Gobernador Dorrego presentó, a la Honorable Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires, el proyecto de ley con el plan de avance de la frontera, para fijar los nuevos límites entre el Salado y la Bahía Blanca. El documento proponía:
"... la planificación de la nueva línea de frontera, asegurar el tránsito hasta la Bahía Blanca, habilitar y poblar su
puerto,...".
Entre los objetivos preveía acortar las comunicaciones con la aislada Carmen de Patagones y sumar a la economía provincial la potencialidad de la extensa llanura herbácea. No obstante el principal objetivo estratégico estaba definido por el estado de guerra que la Argentina mantenía con el Imperio del Brasil y las invasiones de los aborígenes y de guerrilleros trasandinos que hostigaban a los establecimientos ganaderos bonaerenses, principal motor económico de la provincia. Las operaciones de la Armada Imperial en el sur bonaerense, con las fallidas incursiones a Patagones y Bahía San Blas, acentuaron la necesidad de aprovechar las ventajas estratégicas importantes que la bahía ofrecía. Sin dudas, la primera era su buen puerto natural. Como Dorrego lo destacaba en su mensaje.
La Legislatura Provincial aprobó el proyecto del Ejecutivo convirtiéndolo en Ley el 13 de noviembre de 1827 con la firma de Victorio Zúñiga. Su primer artículo señalaba:
"1º: Queda autorizado el gobierno para establecer la nueva línea de fronteras, facilitar el tránsito hasta la Bahía Blanca y
habilitar su puerto".
Es claro que el objetivo principal fue fundar el puerto, antes que un poblado. Desde sus orígenes Bahía Blanca, fue concebida como un Establecimiento-Puerto, de manera que desde ese entonces, la estación marítima es una herramienta fundamental en el marco de sus estrategias de desarrollo. Bien se puede aseverar que su identidad de Ciudad Puerto es natural.
Dorrego encargó la planificación a quien se convertiría el alma mater del proyecto, el Comandante General de la Campaña de la Provincia Juan Manuel de Rosas, quien planeó y coordinó las contrataciones que se debían hacer para dar apoyo a la expedición que, operaría con un convoy terrestre, pero que sería sostenida logísticamente por mar; desde donde se abastecerían los principales materiales para la construcción del establecimiento. ¡Bahía Blanca también se fundó por mar!
La fundación
El Coronel Estomba debía fundar el puerto y el establecimiento de la bahía Blanca, como su único Jefe. La campaña se inició en marzo de 1828, con la partida del ingeniero Narciso Parchappe y una escolta. Tenían la misión de determinar el lugar exacto de donde emplazar el puerto, sus baterías defensivas y un fuerte que le diera seguridad. En la ría bahiense lo esperaba la Sumaca Luisa con el apoyo logístico en materiales, como para recorrer la bahía y determinar el fondeadero que se convertiría en Puerto.
El coronel Estomba llegó con el segundo escalón de la columna expedicionaria el 9 de abril de 1828 y aprobó los sitios elegidos por Parchappe, tanto para el puerto, como para el fuerte. No obstante la primera descarga en el puerto se había registrado el 2º de abril de 1828, antes de que se fundara la fortaleza y el poblado.
En el rudimentario puerto de la boca del Napostá se instaló el destacamento naval que se componía del práctico Domingo Laborda y 5 marineros que contaban con una chalupa y dependían de la Capitanía de Puertos de Buenos Aires. Las instalaciones eran sumamente rudimentarias.
Los tiempos de Rosas
El puerto siempre fue un aporte permanente a la supervivencia de la Fortaleza Protectora Argentina aislada en el sur provincial. La llegada de los veleros siempre significaba refuerzos, víveres o armamento y municiones, además de los correos con las tan esperadas noticias de los sucesos en Buenos Aires.
Entre los pioneros de la navegación en el estuario bahiense, se pueden mencionar al ya citado capitán Libanus Jones, James Harris y, un poco más tarde, Santiago Dasso, que con distintas naves y propósitos (transporte de personas y cargas, además de pesca y cacería) recorrían el litoral entre Patagones – Bahía Blanca – Buenos Aires.
Visitas tan inesperadas como recordadas fueron en dos oportunidades las del capitán de la armada británica Robert Fitz Roy que traía como tripulante al que sería uno de los más famosos científicos de la historia Charles Darwin. La fragata Beagle arribó por primera vez a la ría en 5 de septiembre de 1832, con el fin de “levantar” una pormenorizada carta de la las costas. La nave retornó nuevamente en agosto de 1834.
Durante la campaña al desierto organizada por el General Rosas en 1833, Bahía Blanca se erigió en una base logística de la expedición por lo que recibió un intenso tráfico de navíos de transporte y militares. No obstante, las instalaciones eran prácticamente nulas, ya que por la carencia de un muelle, había que descargar en botes a los pasajeros y cargamentos.
A principios de 1837 el jefe de la guarnición Martiniano Rodríguez recibió instrucciones de Rosas para iniciar el balizamiento de la ría en distintos puntos: Monte Hermoso (no en el área de la actual ciudad balnearia, sino en la denominada Punta Tejada), y los bancos Mancha Negra, Toro Grande y Toro Chico. Se valió de 2 mástiles de la corbeta Itaparica, que formó parte de la escuadra brasilera que intentó la fracasada invasión a Carmen de Patagones en 1827. En marzo la actividad había sido concluida.
Los bloqueos que a partir de 1838 impusieron al puerto de Buenos Aires las potencias europeas Francia e Inglaterra, el bahiense no dejó de estar operativo, siendo una alternativa de recalada a la que solo se sumaban el del río Salado, y Carmen de Patagones.
El Puerto Franco
Con la caída de Rosas y las hostilidades entre la Confederación Argentina y el escindido Estado de Buenos Aires, la situación de la localidad se vio comprometida y no tuvieron ningún tipo de progreso inmediato. Solo con la llegada de Legione Agrícola Militare Italiana que arribó para sumarse a la guarnición bahiense en febrero de 1856, se empezaron a notar progresos que si bien lentos marcaron el definitivo perfil de Bahía Blanca.
El acuerdo que el Estado Porteño, había cerrado con los Republicanos Italianos, que al cabo del contrato preveían retornar a Italia para intervenir en la guerra de la independencia de su país, era ambicioso en gestar una colonia agrícola militarizada que se convertiría en un verdadero polo de desarrollo regional. La Cámara de Representantes Bonaerense dio a la iniciativa, un paquete de medidas políticas y económicas. La primera era brindar facilidades para la inmigración de extranjeros, dándoles la posibilidad de que se les cedieran tierras. En ese sentido la colonia que se llamó Nueva Roma, fue la primera en la historia Argentina, en que hubo participación directa del Estado de Buenos Aires (coordinación y financiamiento), al que se sumó el republicano italiano Silvino Olivieri como, inversor, garante y director del proyecto.
Entre todos los puntos se incluía como principal en el acuerdo, declarar Puerto Franco al de Bahía Blanca, para facilitar el ingreso de barcos extranjeros especialmente italianos/genoveses que contribuiría al accionar de los legionarios republicanos. El 6 de Junio de 1856 la Honorable Cámara de Representantes del Estado de Buenos Aires declaró “francos para los buques mercantes de todas las banderas” a los puertos de Bahía Blanca y Patagones.
En febrero de 1856 la llegada por mar de la flotilla que conducía a la Legión se inició con el duro augurio que significó el hundimiento del transporte Paolista. El capitán de la nave, Antonio Paganetto, un genovés con experiencia de ultramar, desestimó la colaboración ofrecida por los pilotos de la marina para el ingreso a los canales de la ría. En una actitud demasiado soberbia, rechazó sus servicios ingresando al tanteo por los canales de acceso. El resultado fue nefasto: el barco encalló, se partió y quedó inútil, perdiéndose gran parte de la mercadería.
El plan de ultramar de los republicanos italianos no se pudo cumplir, pero el aporte de los legionarios fue importante para la localidad ya que, entre sus filas, existían hombres de la talla del gran Filippo Caronti. El casi ingeniero genovés no había terminado su carrera profesional por el exilio político que la guerra en Italia le impuso. Para Bahía Blanca su aporte fue impresionante. Entre muchas obras de avanzada, en 1858 creó el primer muelle de madera que tuvo el puerto en las márgenes del Napostá y también el camino consolidado que lo unía con el pequeño poblado.
Uno de los problemas al que se enfrentaron los legionarios fue la carencia de un servicio regular entre Bahía Blanca y Buenos Aires. Durante varios meses no llegó ningún barco con los sueldos del Estado para los efectivos de la guarnición, cuestión que generaba una gran inflación en la plaza generada por la falta de liquidez y el excesivo precio que los pocos comerciantes imponían a sus limitados productos. El conato de sublevación de los legionarios incrementó la presencia de las naves del Estado cubriendo el recorrido entre la capital y la bahía, aunque lejos de que se prestara un servicio regular.
En enero de 1859 llegó a Bahía Blanca la comisión del Ingeniero Carlos E. Pellegrini, enviada por el Estado para que presente un informe sobre la localidad y sus alrededores. El equipo presentó una memoria detallada en la que expresaba las posibilidades del fondeadero de la ría, a la vez de lo limitado de las instalaciones del puerto.
En marzo de 1876 la goleta Rosales, perteneciente a la Marina de Guerra al mando del capitán Martín Guerrico, dio comienzo a la colocación de balizas y boyas marcando los canales de ingreso a la ría. No obstante, el ingreso no se podía efectuar de noche por la falta de iluminación del rudimentario sistema de señalización. El 6 de octubre de 1881 se fondeó en el acceso a la ría el primer pontón-faro en el que inauguró la primera iluminación del extenso litoral bahiense.